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REINO UNIDO

¿Cómo viven las empresas británicas de horticultura la era post-Brexit?

La empresa productora y comercializadora Johnsons relata cómo ha sido el primer año con el Reino Unido como país tercero

07/02/2022 Autor: GuíaVerde
Foto: nurserymen.co.uk

En 2021 las empresas británicas de horticultura vivieron una prueba de fuego al comenzar a vender sus productos tras el Brexit como un país tercero. ¿Cómo han estado viviendo este nuevo escenario? La empresa centenaria Johnsons of Whixley ha contado su propio testimonio. Esta compañía es una de las principales productoras y proveedoras de planta, arbusto y árboles del Reino Unido.

«2021 nos trajo muchos desafíos, pruebas y tribulaciones. La carga burocrática ha supuesto una reducción de los márgenes, mayores costes y una cadena de suministro más lenta. El Brexit ha impactado en cada eslabón del negocio y continúa haciéndolo con el transporte, la normativa, las mercancías importadas, las cuentas, la contratación de empleados e incluso nuestra área de informática trabaja arduamente para mitigar el impacto», señalan desde la empresa.

Después del Brexit, la horticultura del Reino Unido, «que aporta más de 24. 000 millones de libras a la economía, se ha convertido en una de las industrias más reguladas del Reino Unido», apuntan desde Johnsons, compañía que explica que durante 2021 importaron 462 cargamentos de la UE en 2021 con un coste de 210.000 libras más que en 2020 debido a la burocracia relacionada con el Brexit».

En opinión de esta empresa, «la consecuencia inevitable de la imposición del requisito de un certificado fitosanitario que acompañe cada envío se hizo patente mucho antes de que el Reino Unido abandonara la UE. Después del Brexit, Johnsons está tratando con menos proveedores y les llega más producto a través de comerciantes, lo que expone a un mayor riesgo de bioseguridad. Una de las oportunidades para salir de la UE es la capacidad del Reino Unido para controlar la bioseguridad y cuidar la salud de nuestras plantas con viveros y centros de jardinería que juegan un papel clave en la vigilancia de lo que entra al país».

Jonathan Whittemore, jefe de producción en la empresa señala que de los costes mencionados anteriormente, 150.000 libras fueron destinados a la sanidad vegetal de la UE. «Este es el dinero que Johnsons está gastando en la UE, con las empresas y autoridades de la UE, en inspecciones y certificados fitosanitarios. El certificado fitosanitario de la UE es un ejemplo perfecto de la costosa burocracia que no logra su objetivo».


Jonathan Whittemore, jefe de producción de Johnsons. Foto: nurserymen.co.uk

«Si bien se requiere un certificado fitosanitario para acompañar a las plantas provenientes de la UE, la Agencia de Sanidad Vegetal y Animal de Reino Unido (APHA) no otorga ninguna autoridad al certificado fitosanitario. Para dar solo un ejemplo, las plantas que Johnsons debía recolectar en Bélgica, que presentaban síntomas sospechosos de estar enfermas, se quedaron en ese país hasta que pudieran ser analizadas. Las plantas fueron aprobadas como aptas para se exportadas y se emitió un certificado fitosanitario. A su llegada al Reino Unido, las plantas fueron inspeccionadas por el departamento de sanidad vegetal del país y se observó que presentaban síntomas de la enfermedad sospechosa, pero a pesar de contar con un certificado que confirmaba un resultado negativo y un certificado fitosanitario emitido por las autoridades fitosanitarias belgas, la APHA envió las plantas a analizar. Las plantas fueron puestas en cuarentena hasta que volvió el resultado negativo».

Así, para Whittemore “es fundamental una postura sólida en materia de control de enfermedades y la horticultura del Reino Unido debería estar satisfecha de que este sea el enfoque que está asumiendo la APHA. Pero si no vamos a dar ningún crédito a las inspecciones y pruebas realizadas en la UE, entonces no pidamos que se hagan y no paguemos por ello. Es la barrera más grande para la industria en tiempo y costes, y como ya se dijo, este dinero se gasta en la UE, no en el Reino Unido. De esta forma se trata de un doble golpe: es un gasto para las empresas del Reino Unido que podría reinvertirse en producción para ayudar al Reino Unido a cumplir sus objetivos medioambientales, y menos dinero para las autoridades del Reino Unido que podría gastarlo por ejemplo en el Sistema Nacional de Salud».