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Bosques urbanos y cómo Quíone nubla las ideas

Pedro Calaza, Coordinador de la Comisión de Bosques Urbanos, reflexiona sobre el impacto de Filomena en el arbolado

19/01/2021 Autor: AEPJP

Pedro Calaza, Vocal de AEPJP y Coordinador de la Comisión de Bosques Urbanos

Quíone (Khione), diosa griega de la nieve, que era hija de Bóreas, el viento del Norte (considerado Dios del invierno), quien también tiene un papel protagonista destacado en estas líneas (debe ser cosa de familia) parece que está nublando con su frío y gélido aliento las mentes e ideas de muchas personas. Tras el paso de Filomena, ha habido numerosas voces buscando culpables y apuntando a la mala gestión (especialmente las podas) como única responsable de la fractura de un gran número de árboles en diferentes ciudades.

Si bien es cierto que la gestión en la mayoría de los casos puede mejorarse, en ello está un gran número de responsables municipales, también es cierto que nuestra amiga Quíone ha sido la responsable máxima, encuadrada en el concepto de “Causa de fuerza mayor” (circunstancia imprevisible e inevitable), o en “episodios extremos” inusuales… En este caso parece que una desafortunada combinación de una masa de aire cálida y húmeda con una capa de aire muy frío proveniente del ártico y seguido de un nuevo frente polar. Estas masas por separado afectan a la península con regularidad, pero su sincronización es muy poco frecuente (la última creo que fue en 1971) pero ha pasado y ha despertado a Quíone de forma agresiva.

Para explicar la mecánica básica de los árboles, vamos a utilizar a otro protagonista, en este caso el fascinante ejemplar de Metrosideros excelsa que existe en A Coruña, árbol protegido oficialmente. Se trata de un ejemplar datado en más de 400 años que podría suponer la prueba viviente de que Nueva Zelanda fue descubierta por españoles y cambiaría la historia de ese país, en ello estamos, pero es otra historia. Metrosideros significa “médula de hierro” en honor a la dureza de la madera. es decir, una especie dura y resistente. Una especie que a priori soportaría muchísimas cargas, pero no se trata sólo de genética, el árbol se adapta mecánicamente a las fuerzas a las que está sometido, es decir, alcanza un equilibrio mecánico en su estructura en función de las cargas que soporta (las habituales) siguiendo el principio de mínimo consumo energético. Se puede decir que genera madera donde hace falta para soportar las perturbaciones mecánicas medias (Claus Mattheck lo aborda conceptualmente en su axioma de la carga uniforme). Pero ¿qué pasa cuando esas cargas mecánicas exceden con creces las habituales? Pues que la estructura no las soporta y se fractura, lo mismo que pasa con las estructuras civiles. Es decir, Quíone podría habría acabado con ejemplares de Metrosideros sin problema porque no están adaptados a esos eventos extremos, por muy buena gestión que tengamos (a menos que hagamos podas agresivas, como desmoches o terciados, totalmente desafortunadas). De todas formas, esta especie también tendría otros problemas por su sensibilidad a las heladas y al frío.
La naturaleza de los árboles también utiliza los denominados factores de seguridad que varían espacialmente en cada ejemplar, se sabe que en el tronco son mayores que en las ramas, simplemente por el principio de supervivencia, existe variabilidad inter e intra especies.

Pero ¿Qué son exactamente? Cuando calculamos un puente, lo hacemos para que soporte un número determinado de vehículos, por ejemplo, 5 de 1000 kg cada uno; el puente debe soportar 5000 kg pero yo lo calculo para 10000 kg, por ello, el puente tiene un factor de seguridad de 10000/5000= 2. Si hago que pasen 12 coches es probable que el puente se colapse y caiga, es decir, no está adaptado para soportar esa carga… en arbolado lo mismo, los árboles tienen sus factores de seguridad y no están adaptados mecánicamente para soportar esa fuerza extra regalada por Quíone u otros posibles episodios con la extrema fuerza del viento de su padre Boreas o de su primo Eolo.

Muchas voces apuntan a que la gestión no es la adecuada y que una más adecuada debe incluir más podas, así no hubiese habido tantas fracturas. Más podas… Recordemos que el arbolado urbano, columna vertebral de la infraestructura verde, ofrece un gran número de servicios ecosistémicos y ha pasado de ser entendido como un mero ornato a una categoría superior donde se destaca su papel en la mitigación de los efectos del cambio climático, de la isla de calor, de la regulación ambiental, de los beneficios en salud, etc., pero realmente quien genera esos beneficios son principalmente las hojas, es decir, precisamos árboles con un gran volumen foliar, árboles grandes y funcionales que proporcionen la mayor cantidad de esos beneficios. La gestión debe ir encaminada a optimizar la superficie de copa y no a mutilar ni minimizarla por posibles eventos… si utilizamos el dato de 1971 de un episodio parecido, algunos de esos ejemplares han estado trabajando para la sociedad 50 años ofreciéndonos sus bondades, ahora muchos han colapsado, sí, pero lo han hecho tras un arduo trabajo. ¿Qué es preferible: una gestión de árboles orientada a un posible colapso estructural debido a nieve o viento o una gestión dirigida a optimizar los servicios ecosistémicos? Creo que está claro cuál es la mejor, y es realmente la segunda opción la que precisan las ciudades, especialmente persiguiendo los ODS.
Es cierto que la gestión se puede mejorar y seleccionar especies más resistentes con menos problemas biomécanicos y analizar espacialmente las áreas urbanas para minimizar algunos efectos, por ejemplo, de los túneles de viento formados por edificios, pero cuando suceden episodios como Filomena se trata de eventos extremos que no se pueden controlar y la emergencia de comentarios vacuos hacen un flaco favor al sector. Tan extremos que, después de varios días, las ciudades afectadas continúan colapsadas, con los técnicos responsables extenuados trabajando sin descanso para resolver la situación. ¿Si toda la infraestructura urbana colapsa bajo un evento excepcional, no lo harán los árboles? Por tanto, analicemos con calma los hechos, los principios básicos de configuración morfológica de los árboles, la gestión y los efectos de estos eventos, siendo respetuosos con un gran número de profesionales que trabajan en la gestión diaria del arbolado. Nunca mejor dicho, no hagamos leña del árbol caído.


Desde la AEPJP queremos manifestar nuestra solidaridad con las ciudades y pueblos afectados, y ofrecer nuestro apoyo, confianza y respaldo a los servicios técnicos municipales y empresas de conservación. Nos encontramos en un momento clave para analizar con criterios técnicos el riesgo remanente oculto bajo la nieve para posteriormente aplicar racionales y contemporáneos criterios de planificación y gestión del arbolado urbano.