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“A diferencia de un artista, nosotros debemos hacer lo que nos pide el lugar. Y el lugar incluye a quienes los habitan”

Entrevista con el reconocido paisajista Rafael Narbona, con el cual repasamos su trayectoria y su visión sobre esta disciplina

24/04/2020 Autor:

Rafel Narbona es un ingeniero técnico agrícola con una amplísima experiencia como paisajista. En su currículm figura su participación en los equipos que desarollaron los Jardines del Guadalquivir y los viveros de la Expo 92 de Sevila, y la restauración del Jardín Botánico de Valencia. Además es autor de varios tramos del Jardín del Turia, todo un espacio icónico de la misma ciudad. Estos grandes proyectos se suman decenas de estudios y proyectos para espacios públicos y privados, y una gran actividad como conferenciante. Entrevistamos a Rafael Narbona, abordando su trabajo, pero también su visión de esta profesión.


¿Cómo definiría su estilo o forma de pensar el paisajismo?
Imagino que tanto el estilo como la forma que pueda tener de pensar el paisajismo se fraguó en los primeros años, cuando buscaba respuestas para el ejercicio de una disciplina a la que quería dedicarme y de la que echaba en falta muchas cosas. No había internet. Empecé como paisajista de lo público, lo que en el resto del mundo se entiende como Arquitectura del Paisaje, después de diez años ejecutando obras, consciente de la falta de formación e información que, no solamente yo, teníamos acerca del correcto diseño del espacio público. Al menos yo así lo reconocía. Se hacían cosas que quedaban muy bien en las páginas de las revistas del ramo, pero que rara vez trasmitían las sensaciones que tenía al pasear por los parques y jardines que visitaba en otros lugares. Tuve la suerte de reencontrarme con Pedro Salvador Palomo en un momento de debate internacional acerca de la planificación urbana sostenible. Aunque ahora parezca algo evidente, Pedro fue completamente ignorado, por decirlo suavemente, así como su trabajo. Se adelantó treinta años a la planificación urbana basada en la infraestructura verde, que suele ser el tiempo habitual en el que lamentamos no haber hecho antes las cosas como se deberían haber hecho.


A través de él conocí el trabajo de los paisajistas franceses que gracias, entre otras cosas, a la escuela de Versalles y al cambio de alcalde en Burdeos, empezaban a desarrollar la profesión en Francia, ya reconocida entonces oficialmente -en esto puede que nuestro retraso supere ampliamente los treinta años-. Estudié a Simon, Corajoud, Racine, Provost, Clèment, D&D, etc., a algunos de los cuales pude conocer personalmente y de los que aprendí lo más importante de esta disciplina, y que la diferencia de otras que pueden parecer cuasi homónimas: a diferencia de un artista que, como debe ser, hace lo que le pide el cuerpo, nosotros debemos hacer lo que nos pide el lugar. Y, algo muy importante, el lugar incluye a quienes los habitan. Parece algo obvio, pero, por ejemplo, algunos de nuestros espacios públicos más repetidos y publicados, aparecían entonces en el primer lugar del listado de espacios urbanos infernales de Project for Public Spaces.


Decía Corajoud que debíamos pasar la mitad del tiempo en el lugar del proyecto y la otra mitad del tiempo en el despacho. Si fuéramos capaces de entender algo tan fundamental, nos olvidaríamos, por ejemplo, de tanta supuesta ordenación del territorio, que lo arrasa a través del puro diseño, y empezaríamos a trabajar en planificar el territorio a partir de lo que él ordena. Pero creo que algo así es impensable en un país atiborrado de direcciones generales de ordenación del territorio, de másteres de ordenación del territorio y de miles de “expertos” en ordenación del territorio. Cuando aprendamos que el territorio no se ordena, sino que se planifica con lo que él ordena, empezaremos a mejorar nuestra asfixiada, apretada y tóxica vida urbana. El caso es que nunca dejé de buscar gente interesante y oportunidades de aprender de otros. Pude conocer, visitar y aprender algo de Blakwood Murray cuando estaba en Lovejoy y, ya más tarde, con Müller en Berlín y con Gustafson y Porter en Londres. Finalmente dejé de hacer estas visitas porque cada vez volvía más deprimido.


¿Cómo ha evolucionado su visión de esta disciplina?
La verdad es que llevo casi treinta años diciendo lo mismo. No porque sea un iluminado sino porque quise aprender y captar desde un principio las bases de una disciplina que, aunque aquí casi ni nos atrevemos a pronunciar y que ha sido fagocitada por puros intereses económicos, tiene casi dos siglos de antigüedad. Tengo escritos del año 1991 en los que ya insistía en la importancia del verde urbano en la salud pública, y de cómo nos enfermaba la planificación urbana “ad infinitum” basada en solares edificables con conexiones brutales entre ellos casi exclusivamente para los coches. Hay avenidas fascio-estalinistas cuya escala más que para los humanos parecen diseñadas para un homenaje espontáneo al tanquista soviético. Todo bien ortogonal, despreciando absolutamente el territorio, el ensanche infinito, y todo lo que ello conlleva de costes añadidos y daños por fenómenos meteorológicos. La ciudad modelo parrilla de la que hablaba Umberto Eco, absolutamente impersonal, cuyos barrios posteriores a los años 50 del siglo pasado podrían intercambiarse entre ciudades sin que nadie se diera cuenta.


La verdad es que no necesito cambiar. Por ejemplo, en el volumen del año 2006 de Cuadernos de Arquitectura del Paisaje, incluimos una entrevista al catedrático de Salud Pública de la Universidad de Alicante, Carlos Álvarez-Dardet. Al margen de que lo que dice es interesantísimo para cualquier interesado en una planificación urbana que busque algo más que ir añadiendo rondas para rellenar con planes parciales el espacio entre la nueva ronda y la anterior, recibí todo tipo de críticas y burlas porque no entendían que puñetas pintaba esa entrevista en una revista de paisajismo. Por cierto, en la editorial de aquel número escribía: “Es imprescindible contar con buenos profesionales, buenas materias primas y buenos ciudadanos que entiendan que ese jardín público que tienen cerca de su casa es mucho más importante para el buen estado de sus pulmones, de sus mentes y para la salud en general de sus hijos, que para que la ciudad luzca más o menos bonita, para que los proyectos se publiquen en más o menos revistas especializadas o para que los perros se alivien de cargas intestinales con más o menos fruición y frenesí”.


El caso es que los principios básicos son los mismos desde Olmsted y compañía. Forestier lo trajo a Francia y luego a España, pero cuando quiso mostrar la faceta más interesante y productiva de esta profesión, que es la planificación urbana, lo largaron enseguida. Pero él, como aquéllos, tenía muy claro de qué iba la arquitectura del paisaje. No iba yo a enmendarles a ellos, faltaría más. De Forestier, por ejemplo, decían que presentó las ideas de Olmsted para desarrollar grandes ciudades por primera vez en Francia: "Las ciudades estadounidenses se han dado cuenta de que un plan urbano es insuficiente si no incluye un plan coordinado que contenga espacios abiertos interiores y exteriores para el presente y el futuro, con un sistema de parques y vías verdes". Para Forestier, los sistemas de parques desarrollados dentro del City Beautiful Movement por Olmsted y sus seguidores representaban el estado más avanzado en el diseño de una ciudad moderna y era un instrumento indispensable para organizar y controlar la expansión urbana. Eran los años veinte del siglo pasado. Era la transcription de esa famosa frase “No single park, no matter how large and how well designed, would provide the citizens with the beneficial influences of nature, instead, parks need to be linked to one another and to surrounding residential neighborhoods ” de Olmsted y Eliot.


Aun así, la Gran Aceleración de los años cincuenta casi arrasa con estos principios. Cuando se estaban perdiendo esos valores de planificación incluso en USA, surgió un revulsivo fundamental desde la escuela de Pensilvania con McHarg y la Landscape Architecture Foundation. Su famoso manifiesto repuso las pilas y se fueron incorporando nuevas herramientas de otras disciplinas para enriquecer la profesión y su calidad. Desde la ecología del paisaje hasta el geodesign, pasando por otros muchos. Todo eran mejoras aplicadas a las herramientas de planificación tomadas “prestadas” de otras disciplinas como la ecología o la ingeniería. Aquí, al igual que con la arquitectura del paisaje, la mala traducción de los términos y el interés prioritario de los privilegios grupales sobre los sociales, provocaron que se diluyeran sin aplicación real y práctica a la planificación urbana. Pero, repito, con todo ese bagaje académico y profesional, ¿para qué necesito cambiar mi visión de esta disciplina? Me conformaría con verla. Es verdad que ahora se habla y se oye mucho sobre estos temas, pero ahí se queda. Oyes el molino pero no se ve la harina.

 

 

Proyectos de Rafael Narbona explicados por él mismo

 

 

 

Proyecto: Remodelación de los Jardines de la Avenida de los Hermanos Maristas. 45.000 m2, Valencia, 2003
La Avenida de los Hermanos Maristas es una amplia y densa vía que discurre al sur de la ciudad de Valencia, comunicando dos de los accesos más importantes de la ciudad: el acceso sur, dirección Alicante y Albacete, y el acceso a las playas y la Devesa de la Albufera. Esto la convierte en un importante eje de distribución de tráfico. Su característica morfológica más importante es que el amplio bulevar de cincuenta metros de anchura que acompaña a la avenida en toda su longitud, casi un kilómetro, se encuentra en el lado norte de la avenida, y no en la parte central dividiéndola en dos calzadas paralelas, como suele ser habitual en este tipo de avenidas. Así, el jardín, de unos 45.000 metros cuadrados, adquiere una mayor importancia, ya que más que un acompañamiento ornamental del bulevar, se convierte en un jardín de barrio de uso intensivo, más accesible, lógicamente, para los residentes del sector norte de la avenida.

Además, al no existir una vía rápida entre el jardín y los edificios, éste queda perfectamente integrado en la vida diaria de los ciudadanos que allí residen. Cuando se ejecutó la avenida, en los años setenta, el amplio jardín recibió un tratamiento limitado y somero, con alguna alineación de árboles y suelos de arena compactada. Su ubicación, entonces en el extrarradio de la ciudad, en una zona de expansión y poco urbanizada, lo convirtió en un espacio residual, empleado para diferentes actividades que poco tenían que ver con el uso de un jardín, pero que resolvían la falta de espacio en la ciudad para mercadillos, ferias estacionales, circos, etc. Así que trabajamos en las prioridades, que eran el aislamiento visual y acústico del denso tráfico de la avenida, con ondulaciones del terreno y un gran seto triple en el lado del viario. Todo el jardín, ejecutado en el año 2003, dispone de un sistema de riego enterrado para facilitar el uso de aguas no potables. El lema del jardín (estamos en Valencia) era sombra, sombra y sombra.

 

 

Proyecto: Jardines Centrales. Vía Parque. Sector plaza de Castalla - Calle de Joaquín Galant 80.000 m2, Alicante, 2009
Alicante es una ciudad bien conocida por su clima caluroso con unas temperaturas máximas que pueden llegar a los cuarenta grados en verano. Las lluvias son muy escasas y concentradas y la presencia de suelo fértil en el área urbana es casi nula. En estas condiciones la vida de los ciudadanos no es muy confortable. Por todo ello la posibilidad de desarrollar el proyecto de un parque urbano de más de 80.000 m2 es una gran oportunidad profesional, pero también una gran responsabilidad: sin suelo fértil, sin agua, con temperaturas muy altas, con el aire contaminado y con miles de ciudadanos buscando un lugar más confortable al que acercarse.

El lugar donde se construye el parque es un espacio alargado, entre las dos calzadas de una gran avenida y con una pendiente transversal que varía entre los seis y los once metros. Antes de comenzar a diseñar el parque nos planteamos algunas premisas que debería cumplir el proyecto: toda la superficie del parque debía ser horizontal, tanto para maximizar el área de uso por parte de los ciudadanos como para retener hasta la última gota de lluvia que se pudiera captar y poder ponerla a disposición de las plantas. Cuanta más agua pueda transpirar una planta, más refrescará el entorno en el que se encuentra; y eso es lo que más falta hace en Alicante, un ambiente más fresco. Otra premisa fue que el movimiento de tierras para conseguir las plataformas horizontales debía tener un balance absolutamente nulo; es decir, que ni un solo metro cúbico de suelo debía salir de la obra y ni un solo metro cúbico de suelo debía entrar en ella. Con ello se evitan daños ambientales al crear vertederos, se evitan daños ambientales y paisajísticos al evitar zonas de préstamo y, no menos importante, se evitan costosos transportes de materiales, tanto en combustible como en contaminación. Para conseguirlo se hizo un modelo tridimensional del proyecto y se fueron modificando las plataformas hasta conseguir el balance nulo del movimiento de tierras.

Más complejo de resolver fue la ausencia total de suelo fértil, teniendo en cuenta que estamos hablando de un parque, y que queríamos provocar un daño en otro lugar para solucionar el problema. Para evitarlo fabricamos in situ el suelo por medio de algo de arena y de restos fermentados de vegetación, ya que existe cerca una planta que trata los desechos de poda y vegetación de toda el área metropolitana. Para que un parque urbano, en una ciudad con las condiciones descritas, sea realmente útil a los ciudadanos, debe ser muy verde y muy frondoso. Pero al mismo tiempo tiene que ser respetuoso con la ecología del lugar, tanto por lo que respecta a las necesidades hídricas como a la competencia con la vegetación autóctona. Utilizando solamente la vegetación autóctona es evidente que cumplimos con la segunda premisa, pero muy poco con la primera. Las plantas que han aprendido a vivir en condiciones extremas de suelo y de sequía no nos sirven para crear un ambiente fresco y frondoso porque, precisamente, han conseguido existir gracias a que hacen junto lo contrario.

La solución fue, una vez listadas todas las plantas invasoras o posiblemente invasoras, crear otro listado con las que estando adaptadas a estas condiciones tan duras, pudieran acompañar a nuestra flora autóctona sin ponerla en peligro, pero incrementando la sensación de confort del parque. Al fin y al cabo estamos en un medio urbano y nuestros animales más queridos deben ser las personas. Y el catálogo de especies aptas y con muy escasas necesidad de riego es tan amplio que no tuvimos ningún problema en este apartado. Aun así, para que un parque urbano sea realmente útil ambientalmente y sea confortable para los ciudadanos debe tener cierto aporte de agua de riego. Afortunadamente el Ayuntamiento de Alicante está implementando con tal fin una red de distribución del agua procedente de la depuradora local. Y precisamente uno de los ramales principales discurre por el lado norte de nuestro parque, por lo que la solución para el riego era relativamente sencilla de resolver. Pese a ello, el catálogo vegetal se mantuvo con criterios de sostenibilidad, ya que cualquier fallo en la red no debería poner en peligro su supervivencia.

Una vez ejecutada la plantación de más de mil árboles y varios miles de arbustos, el espacio restante se sembró con kikuyu (Pennisetum clandestinum) para formar una pradera resistente. Las praderas son importantes en un parque urbano porque ayudan a crear ese microclima más confortable, a la espera de que los árboles y arbustos completen su desarrollo y la hagan prescindible. Además el sistema de riego es subterráneo, con lo que la eficiencia del riego es completa. Es evidente que por muy resistente que sea la planta, necesita cierto aporte de agua de riego, pero además de proceder de la depuradora, toda el agua aportada a la pradera es devuelta a la atmósfera rebajando la temperatura ambiental y captando importantes cantidades de CO2. Los muros que contienen las terrazas en que se estructura el parque se realizan con piedra del lugar y en seco, es decir, sin utilizar cemento. Para mantener su consolidación se emplean jaulas de acero que contienen la piedra, y además son permeables. Visualmente parecen los muros de piedra seca que aparecen en todos nuestros paisajes y son un pequeño homenaje al durísimo trabajo que supuso para generaciones de agricultores su construcción, imprescindible para captar el agua donde cada gota de lluvia es una bendición del cielo.

Otro elemento fundamental del parque es la pasarela. Cuando dos jardines están separados por una calle, siempre son los usuarios del jardín los que esperan para cruzar al otro lado, y siempre con el peligro que supone para los más pequeños. Así, al unir dos jardines de 25.000 m2 por medio de una pasarela peatonal por encima del tráfico, estamos consiguiendo un jardín de 50.000 m2. Además la solución de terrazas realizadas para salvar la pendiente transversal nos permitía crear la pasarela apoyándola en la cota del jardín, sin rampas ni escaleras para acceder a la misma. El parque se completa con un área deportiva que incluye un campo de futbol-11 (hubiéramos preferido dos de futbol-7, pero quien manda, manda) una pista polideportiva, dos pistas de pádel y un vestuario completamente equipado con capacidad para ocho equipos simultáneamente. Y todo el parque y la zona deportiva se ejecutaron con un presupuesto que no llega ni a sesenta euros por metro cuadrado. Más o menos la quinta parte de lo empleado en algunos parques de súper-diseño. Por último señalar que la zona donde se ha ejecutado el parque es de las más deprimidas de la ciudad. Por eso la construcción del parque supone una gran mejora para el barrio. Hay estudios que demuestran el descenso de los problemas de convivencia en este tipo de barrios cuando se construyen buenos equipamientos sociales. La verdad es que estamos orgullosos del resultado final, sobre todo porque creemos que respeta los tres pilares básicos de las sostenibilidad: ambiental, económica y social.

 

Jardines del Parque Oceanográfico. Valencia. 2002-2003
El Parque Oceanográfico Universal es una de las obras públicas más importantes realizadas en Valencia en los últimos años, y está considerado como uno de los parques oceanográficos más importantes del mundo. Los jardines del Parque fueron diseñados con la intención de contribuir a la tematización de los diferentes lugares geográficos marinos presentes en él, desde los lugares más áridos a los más fríos, como los que acompañan a las zonas de pingüinos en el ártico. El problema más complejo que hubo que resolver fue la ausencia de suelo vegetal, ya que la mayor parte del jardín se realizó sobre la losa del sótano donde se encuentran los servicios y la maquinaria del parque. Por tanto, a la selección biogeográfica del catálogo vegetal hubo que acompañarla de la correspondiente selección de una mezcla de sustrato que garantizara la vegetación a lo largo de los años, en ausencia de un suelo profundo. El sistema de riego enterrado también está adaptado a las diferentes demandas de agua en cada zona. El magnífico estado de los jardines después de más de quince años de funcionamiento del parque permite a los visitantes disfrutar de los jardines casi con independencia de la propia colección de animales marinos, siendo un placer pasear bajo los árboles y las palmeras mientras se visita este fantástico Parque Oceanográfico.
 

 

Jardín del Turia. Sector XIV. Valencia 200.000 m2. 1994 
Comenzaban los noventa del siglo pasado cuando recibí el encargo de proyectar el sector XIV del Jardín del Turia. Curiosamente, hace de eso unos treinta años, que es el módulo de auto-lamentación habitual entre nosotros por no haber hecho las cosas adecuadamente. Lo primero que hice fue un listado de las necesidades del lugar (incluyendo a sus habitantes) que es lo que nos diferencia de los artistas, pues éstos, como debe ser, hacen lo que les pide el cuerpo. Además, había trabajado ya como subcontratista en un par de sectores del jardín del Turia por lo que no fue difícil redactar los ejes fundamentales del proyecto:


1. Recuperar el río: En este aspecto fue una suerte trabajar en el penúltimo tramo. Aunque parezca increíble, en todos los tramos anteriores al XIV los diseños habían despreciado tanto el lugar, que hasta obviaron que estaban proyectando en un antiguo cauce con dos mil años de historia urbana.

2. Fuera bordillos: Era la principal traba de uso que encontraba. Aunque se trata de un jardín lineal que tiene una anchura en torno a los ciento cincuenta metros, todo su uso, tanto para paseantes, corredores, ciclistas, perros, tren turístico, policía a caballo, skates, etc., se reduce a dos constreñidos pasos de cinco metros de anchura, limitados por unos bordillos descomunales, a cada cual más grande, no fuera que alguien se saliera del camino ordenado por el diseño. De vez en cuando un camino perfectamente ortogonal, cual plan parcial, servía para conectar ambos caminos principales.

3. Pavimento permeable: Ahora parece evidente, aunque se sigue urbanizando casi todo sobre una buena losa de hormigón de fachada a fachada, pero entonces tan solo había algunos adoquines prefabricados y quería losas más grandes y con mejor acabado. Me traje unos folletos de una feria de Nüremberg, y un fabricante de la zona lo desarrolló. Siempre se lo agradeceré.

4. Un bosque: Que mejor entorno para un parque que recupera el río de una ciudad densa, apretada y calurosa. Sauces, chopos y olmos. Sin césped. Alguna pradera silvestre y toneladas de hojas que se irían acumulando año tras año en el suelo. Fue la más lamentable pérdida durante la ejecución.

Redactado el guion, la película se rodó casi sin turbulencias. Poco después se incorporaron al proyecto Jacobo y Ángel, que lo enriquecieron, pero mantuvimos los ejes básicos del proyecto. La administración competente apenas modificó el proyecto. Tan solo algo que hoy, treinta años después, sigo sin entender: era un parque, en un antiguo cauce, con un río que recuperaba su topografía y vertía casi al mar, donde el gran colector terminaba su recorrido a cielo abierto. Pues nos obligaron a cumplir la normativa y paralelo al río (sí, paralelo) hubo que ejecutar un colector de un metro de diámetro y drenar el jardín con imbornales. Eso sí que es enterrar dinero.

Durante la ejecución sí que hubo más modificaciones por parte de la administración que alteraron gravemente el proyecto, además de permitir una baja temeraria para su construcción inicial. Lo llenaron todo de césped y el bosque proyectado desapareció bajo la exigencia de “mínimo once metros de árbol a árbol”. Eficiencia en el mantenimiento, lo llaman. Pero, al menos, la mayoría de las premisas se cumplieron. Y se acabó. Y tras concluir la primera de ellas, el Colegio de Arquitectos de Valencia publicó un artículo bastante inflamado, en el que nos acusaba de haber construido un jardín “anacrónico”. Lo entendí entonces. Espero que, treinta años después, lo entiendan ellos.

 


 

 

Patio del Hotel Westin Alameda Valencia.  1.800 m2, Valencia, 2005
El Hotel Westin Valencia, de la cadena Starwood, es uno de los hoteles más lujosos de España. Situado en la mediterránea ciudad de Valencia ocupa un fa¬tástico edificio modernista que data de 1917 y que ha sido restaurado para albergar este magnífico hotel. El Jardín se ubica en el patio central del edificio, de unos 1.800 m2 de superficie y, salvo unos 400 m2 en el centro del patio, se tuvo que construir sobre la losa del aparcamiento subterráneo y del Spa. Por tanto, tuvimos que emplear técnicas de jardinería sobre cubiertas dada la escasísima profundidad de suelo disponible para la vegetación (apenas 20 cm.) Trabajando muy estrechamente con la dirección de Starwood conseguimos el jardín clásico y con solera que deseaba la propiedad. El diseño se realizó a partir de la presencia de una antigua palmera canaria de casi 12 metros de tronco, superviviente de los anteriores usos del edificio. A partir de ahí, y jugando con la forma del pequeño espacio con suelo profundo, se fue desarrollando toda la estructura del jardín, de manera que no destacara la zona con suelo profundo del resto. Transcurridos varios años, el jardín se ha convertido en el lugar más elegante de la ciudad para eventos o, sencillamente, tomar un tranquilo café.